DE ESTA REVISTA PATUFET DEL AÑO 1973, QUE TENGO ENCUADERNADA HE ESCANEADO EL SIGUIENTE RELATO QUE MÁS ABAJO TRADUZCO AL CASTELLANO.
JOAQUIM MUNTANYOLA-Barcelona 1914-Barcelons 2012
(Imagen sacada de Internet)
BONA NIT:
Tinc encuadernades moltes revistes Patufet dels anys 70, avui he escanejat una página escrita y dibuixada, per Joaquim Muntanyola.
Més avall la tradueixo al castellà
Esperan vos hagi agradat, vos saludo amb carinyo desde Valencia
BUENAS NOCHES:
Tengo encuadernadas muchas revistas Patufet de los años 70, hoy he escaneado una página escrita y dibujada, por Joaquin Muntañola.
A continuación la traduzco al castellano.
EL ROMÁNTICO
Había llegado al despacho, como siempre, de los primeros.Su compañero de mesa, llegó veinticinco minutos después de la hora de entrada y, como siempre, el jefe de la oficina no se atrevió a recriminar la falta de puntualidad a su compañero de mesa, el jefe le atizó a él un escándalo detrás del otro.
Miguel Grampere lo pasaba mal en el despacho y estaba deseando que llegara la hora de terminar para coger la americana de color de ala de mosca, que estaba colgada al lado de la espectacular americana azul de su compañero de mesa, y salir a la calle ilusionado con su cita.
Porque Miguel Grampere, tenía como cada día una cita.
Dos travesías más abajo del despacho, lo esperaba ella.
Ella era rubia, moderna distinguida, ¡preciosa y silenciosa ! ¿Puede perdirse algo más a una mujer?
Miguel Grampere la contemplaba extasiado, sin pronunciar una palabra.¡Era tan perfecta! ¡Y tenía unos labios tan bien dibujados, y tan inmóviles!
El idilio de Grampere llevaba unas cuantas semanas de duración, y podríamos asegurar que el hombre estaba cada vez más enamorado de ella.¿Puede decirse lo mismo de ella? No.Rotundamente, no.
Y con todo, ella permanecía siempre allí, con sus vestidos preciosos de última moda, dejándose admirar un día y otro día por Miguel Grampere, que la consideraba perfecta.
Si. Miguel había encontrado la mujer ideal, que sonreía siempre, que callaba, que no le pedía dinero, que no le hablaba de casarse.
Miguel Grampere no lo confesaba a nadie, pero era evidente que se había enamorado de aquel maniquí de pasta y cera, que permanecía inmóvil semana tras semana, en el interior de aquel escaparate, desde el cual, con la mirada perdida, pero tan dulce, exhibía unos vestidos preciosos.
Gracias a ella, Grampere disponía de una ración de diez minutos de felicidad diaria.
Esperando que os haya gustado, os saludo con cariño desde Valencia, Montserrat Llagostera Vilaró